Echado está por tierra el fundamento
que mi vivir cansado sostenía.
¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día!
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento
cuando se ocupa en bien de cosa mía!
A mi esperanza, así como a terreno estéril,
mil veces la castiga mi tormento.

Las más veces me entrego, otras resisto
con tal furor, con una fuerza nueva,
que un monte puesto encima rompería.

Aquéste es el deseo que me lleva,
a que desee tornar a ver un día
a quien fuera mejor nunca haber visto.

Comentario al soneto XXVI de Garcilaso de la Vega

 
Ya desde la primera estrofa del soneto el autor expresa un lamento por la pérdida de un ser querido. A través del encabalgamiento de los dos primeros versos vemos esta rotura del alma del poeta que se acentúa con las interjecciones (¡Oh!) de las dos últimas estrofas. Garcilaso de la Vega imprime en estas primeras palabras el dolor de la pérdida de la esperanza y el bien a causa de agentes externos: la muerte, el destino… Es precisamente esta pérdida su fundamento, el cimiento sobre el que se sostenía su vida y quizás también su felicidad.
 
Es destacable también, para una mayor comprensión de estos versos, el epíteto que se encuentra en el segundo verso. No solo intercede para manifestar la calidad expresiva que sin duda tenía el autor, también como un recurso que nos indica a qué clase de pérdida se está haciendo referencia. La vida cansada sobre la que la voz poética dice sostenerse, y entendiendo la tradición poética del momento, es la vida de la entrega, es decir, la del abandonarse a la persona amada.
 
A pesar de que este sufrimiento queda patente en esta primera estrofa, no es hasta la segunda estrofa que podemos determinar con certeza el tópico literario del vulnus amoris, es decir, el dolor del amor representado en este caso por la pérdida de la amada.
 
 

 
Si entramos al detalle de estos cuatro versos, es fundamental remarcar el uso de la palabra pensamiento. No solo la destacamos por situarse a final de verso y seguirse de una adverbial temporal, también por ser sin duda la acción principal de esta estrofa. El pensar es, en este caso, una acción de ensimismamiento, es decir, mirar dentro de uno mismo. El recorrido que hace la voz poética a través de su propia alma ociosa es precisamente la que le lleva al tormento, término más bien romántico que no clasicista. En cualquier caso, denota una expresión anímica desbordante que llena, como decíamos, todo su pensamiento.
 
Es el tormento una antítesis de la esperanza que queda perfectamente contrapuesta en la segunda estrofa. Del mismo modo, en el primer terceto del soneto el autor explica esta lucha de contrarios a través de la voluntad y el ímpetu que le lleva a desbordarse extrayendo, finalmente, una paradoja que le lleva a querer volver a ver a la persona que le ha llevado a ese gran tormento.
 

Conclusión

El autor refleja en este soneto (ABBA ABBA CDE DEC) deja patente un lamento por la pérdida de un ser amado. La desolación y el tormento que sufre viene perfectamente expresado a través de distintos recursos y finalizado con un deseo final.

La pérdida de este ser querido le exhorta a darse cuenta la fugacidad del tiempo y de la importancia de aprovechar cada momento. En este sentido, observamos con su debida importancia la última estrofa donde confiesa que «desee tornar a ver un día
a quien fuera mejor nunca haber visto». La belleza de esta paradoja está en la lucha de los contrarios: esperanza y tormento, amor y sufrimiento, deseo y terror por la pérdida.